miércoles, 10 de agosto de 2022

Shundo Aoyama

 


La vida y la voz de Buda

El viento está por todas partes, pero no tiene ni forma ni voz. Para reconocerlo, hay que sentirlo en la piel o escucharlo moviéndose entre la hierba y los árboles, u observando las nubes pasar rápidamente por el cielo empujadas por la brisa.
La vida y la voz del Buda están presentes en todas partes en el cielo y en la tierra y se manifiestan en todas las cosas. En los últimos años de su vida, el historiador del arte Muneyoshi Yanagi escribió en su libro Shinge:
“En realidad, Buda es el nombre de aquello que no puede ser nombrado”.
La vida original de Buda no tiene nombre ni forma y existe en cada cosa: desde un árbol a una brizna de hierba, desde una teja a una piedra. La vida original de Buda se convierte en el viento entre los pinos, el viento en las velas, nace como hombre o como mujer, existe en lo bueno y lo malo, en la belleza y en la fealdad. No importa la forma que adopte, siempre es la manifestación del Buda.
Al igual que el mono Wu-k’ung (el Rey Mono), no podemos escapar de la mano de Buda.
Cuando soy tan presuntuosa como para pensar que me es posible vivir por mi propio poder, este poema de un niño de cinco años me hace volver a la tierra:
En el momento que digo ¡lengua, muévete!
Mi lengua ya se ha movido.
¿Qué es lo que hizo que mi lengua se moviese
antes de decirlo?
Tanto si somos conscientes como si no, estamos rodeados por los amplios brazos de Buda, y no podemos vivir o morir fuera de su poder. En realidad, esta energía no tiene nombre ni forma.
Algunas personas han dado una forma artística a eso que, originalmente, no tiene nombre ni forma, al hacer imágenes de Buda y Bodhisattvas semejantes a los hombres. Al igual que los niños que sienten la necesidad de llamar a su madre “mamá”, hemos dado el nombre de Amida Buda o Bodhisattva Kannon a esas esculturas.
Es de esta manera que todo se revela como Buda Amida, como una transformación de Kannon.
Del libro “Zen and Life” de Shundo Aoyama, monja Zen, abadesa del Monasterio Soto Zen de monjas en Nagoya, Japón.