lunes, 15 de agosto de 2022

El tiempo, siempre ahora


El tiempo, siempre ahora

   Habitualmente se piensa que el tiempo pasa, que es oro, que no podemos desperdiciarlo, como si se tratara de una realidad fija, inalterable. Incluso creemos que los relojes marcan el tiempo y no comprendemos que se trata tan solo de mecanismos que tiene una frecuencia oscilatoria constante y que lo que vemos en un reloj no es el paso del tiempo, sino los pulsos continuos del mecanismo. La noción de un tiempo continuo es una convención en la realidad fenoménica para comprender el proceso de cambio y es necesaria para actuar en la vida cotidiana. Para esto, en nuestra mente conectamos una serie de procesos independientes pensando que se suceden en un tiempo preexistente y en el cual hemos nacido. Pero desde la perspectiva de la realidad absoluta esta noción del tiempo es tan solo una ilusión.

   Cuando hace años leí por primera vez el texto Uji, “Ser tiempo”, de Dogen Zenji, me sorprendió que en el siglo XIII un maestro Zen en el remoto Japón hubiera planteado posturas frente al tiempo que occidente comprendió a partir de Einstein y su teoría de la relatividad. La noción de que el tiempo es una constante como se planteaba desde Aristóteles y que se reafirmaba en la física clásica fue reemplazada por un tiempo variable que depende del observador. No obstante, el tiempo en la relatividad de Einstein es un factor externo y la medida del observador depende no de su propia percepción, sino de la velocidad relativa entre el observador y el objeto que se mueve. También depende de si el objeto observado se encuentra en cercanía de una gran masa, ya que la unidad espacio-tiempo se curva modificando las dimensionas del objeto observado. A mayor masa, el tiempo se ralentiza.

   Luego pensé que la noción del tiempo en Dogen se acercaba más a la visión de Bergson, para quien el tiempo depende del estado emocional del observador y nos ofreció la noción de “duración” como un tiempo variable que se expande o contrae dependiendo de la percepción subjetiva del observador. Sin embargo, Bergson también habla de un tiempo externo que varía de acuerdo con la condición interna, pero el observador sigue estando separado del tiempo. 

   Debido a que el observador y el tiempo tanto en Einstein como en Bergson, son entidades separadas, de las relaciones que hice inicialmente con el “Ser tiempo” de Dogen ninguna era completamente acertada, aunque se conectaban desde la perspectiva ordinaria del tiempo. Algunos académicos han encontrado una coincidencia entre Uji el “ser tiempo” de Dogen y la propuesta de Heidegger de un tiempo no lineal. Se trata de un tiempo radical en el que el ser humano despliega su vida, él mismo siendo tiempo. Un tiempo que se vive desde un ahora fundamental, “un acontecer que se da entre el nacimiento y la muerte”. 

   De igual forma para Dogen solo existe el tiempo presente. No obstante, uji es un tiempo todo-inclusivo donde: “Todos los seres vivos, todos los fenómenos que ocurren son tiempo. Cada instante, cada momento del tiempo encarna todas las existencias, todos los mundos, todos los tiempos. Todas las hierbas y todo lo que ocurre es tiempo. Todas las existencias, todos los fenómenos están contenidos en la omnipresente manifestación del tiempo”. En Uji, Dogen nos invita a contemplar profundamente si existe algo fuera del presente. Con su escrito, el maestro Dogen no pretende involucrarnos en una especulación intelectual sobre el tiempo. Para él, lo importante es ayudarnos a comprender que el tiempo es una condición intrínseca a la existencia y que se manifiesta como un factor emergente, asociado al proceso del cambio continuo, la impermanencia.

   La noción habitual de un tiempo como “una flecha” que va del pasado al presente y de ahí al futuro, puede en sí misma ser una obstrucción para despertar. Comprender el tiempo es acceder a la realización de la realidad última en la que todo está incluido y en la que nada, ni siquiera el yo, tiene una existencia sustancial permanente. Es a esta realidad, de la cual nunca hemos estado separados, que despertamos en nuestra práctica de zazen.

   Si desconocemos esta visión de Dogen de que todo el tiempo es ahora, de que no hay un pasado ni un futuro separados de esta realidad presente, seguiremos viendo el despertar como una consecuencia lineal de la práctica, con la expectativa de una recompensa a nuestro esfuerzo de hacer zazen. Seguiremos decepcionándonos por no obtener resultados, sin comprender que el simple hecho de estar sentados sin buscar nada, soltando al aferramiento al cuerpo y a los procesos mentales, es la expresión misma de la naturaleza omnipresente de Buda.