sábado, 13 de agosto de 2022

Textos y Cafe



47. EL ARTISTA TACAÑO
Gessen era un monje artista. Antes de comenzar un dibujo o una pintura, siempre insistía en ser pagado por adelantado, y sus honorarios eran elevados. Era conocido como El Artista Tacaño.
Una geisha le hizo en una ocasión un encargo de una pintura.
«¿Cuánto puedes pagar?», preguntó Gessen.
«Lo que quieras cobrar», respondió la joven, «pero quiero que hagas el trabajo en mi presencia».
Así, un día la Geisha llamó a Gessen a su presencia. Ésta estaba celebrando una fiesta en honor a su patrón.
Gessen, con pinceladas maestras, realizó la obra. Cuando estuvo terminada, pidió la suma más elevada de su época.
Cuando recibió su pago, la geisha se dirigió a su señor diciendo:
«Todo lo que este artista quiere es dinero. Sus pinturas son hermosas, pero su mente está sucia; el dinero la ha llenado de barro. Realizado por una mente así, este trabajo no es digno de ser exhibido. En todo caso es digno de decorar una de mis enaguas».
Quitándose la falda, pidió entonces a Gessen que hiciera otra pintura en la parte posterior de su enagua.
«¿Cuánto pagarás?», preguntó Gessen.
«Oh, cualquier cantidad», respondió la joven.
Gessen fijó una cantidad altísima, pintó lo que se le pedía, y luego se marchó.
Más adelante se supo que Gessen tenía las siguientes razones para desear el dinero:
El hambre solía visitar su provincia. Los ricos no ayudaban a los pobres, de modo que Gessen tenía un almacén secreto, desconocido para todo el mundo, en el que guardaba grano para esas emergencias.
Desde su aldea hasta el Santuario nacional, la carretera estaba en muy mal estado y muchos viajeros sufrían mucho al recorrerla. Deseó construir una carretera mejor.
Su maestro había fallecido sin haber realizado su anhelo de construir un templo, y Gessen deseaba erigir ese templo en su honor.
Después de que Gessen hubo realizado sus tres deseos, lanzó sus pinceles y materiales de pintura y, retirándose a las montañas, nunca más pintó.