miércoles, 10 de agosto de 2022

Ho-un Kobun

 


El dolor no te pertenece

Una vez entras y echas a rodar en esta condición particular llamada “práctica”, resulta muy extenuante. El sentarse se ve un poco como desaparecer de este mundo. Entras en la piedra, en el grueso muro, y te sientes como si fueras a desaparecer como ser humano. Cuando te das la vuelta y te levantas, ¡descubres que todavía estás vivo!
El problema no es el dolor en el cuerpo, sino el dolor del sufrimiento no resuelto en tu mente, y sin embargo eso es lo que hay. Mejor mirarlo de frente que estar asustado por su apariencia.
Puedes sentir dolor, pero no puedes tenerlo. No te pertenece. Para algunos, todo el universo es dolor; sólo es cuestión de grados.
Vale, sucede, así que déjalo marchar. Fulmina el dolor con tu respiración. Hemos venido al mundo en esta forma condensada, así que aquí y ahora simplemente siéntate en posición vertical y alinéate con la gravedad. Hay otro dolor que aparece tan pronto como nos ponemos a practicar, y no tiene nada que ver con tus piernas. Este dolor es una sensación de algo que falta, como olvidar una cosa importante mientras sostienes otros tantos paquetes, como buscar a un niño perdido, o como una necesidad de estar con alguien.
La separación de algo a lo que estás destinado, cercano. Separado de esto, sientes el tirón hacia él. Así que tenemos práctica, estudiante, maestro, padre, hija, etc. Cómo sostener la relación, guardando espacio entre ellos, conectado, pero no demasiado enredado, capaz de moverse, esta es la cuestión.
Una persona de la sangha es como un ave migratoria. Incluso con tiempo tormentoso, el ave migratoria puede volar.
¿A dónde va este vuelo? ¿Por qué practicamos? Para sentarnos juntos sin hablar, como esos pequeños aviones que aterrizan y despegan juntos, al mismo tiempo, en el mismo lugar…
nosotros somos como esas aves migratorias.
[Por Ho-un Kobun]