Segunda parte y Final
Entonces, creo que podemos concluir que, dado lo perezoso del personal, y que desde el principio del lenguaje, por lo que se ve, nos gusta salir con frases fáciles —adhesivos para el paragolpes antes de existir los paragolpes– nos encontramos con la frase “la vida es sufrimiento”. Esto es solo una mala comprensión. Es jugar a “los disparates” (n.t. donde uno susurra una frase al siguiente, este la susurra al siguiente, etc., y el último dice lo que ha entendido que no se parece en nada a la frase original). No te dejes engañar por ello. El Buda puede haber dicho algo como que estás vivo; que estás en este cuerpo-mente; el cuerpo-mente está sujeto a nacimiento, vejez, enfermedad y muerte, por lo que, dado que esto es cierto, no pierdas el tiempo en recular y en fantasear. Acéptalo como lo que hace la vida. El nacimiento sucede así que vive con ello. Esa es la realidad, no puedes cambiarla. La decadencia sucede, acéptalo, no puedes cambiarlo. La muerte es consustancial a lo que nace. Esta es la realidad. No hay nada que podamos hacer porque nada lo detendrá, porque esto es lo que hace la vida.
La vida no es sufrimiento. Como dice la traducción del Roshi,
“La experiencia condicionada es sufrimiento. La vida es vida. La experiencia está condicionada por cualquier cosa, sea lo que sea, así que hay obstrucciones u oscurecimientos, cierres, contracciones, y la experiencia queda filtrada. Todo lo que se experimenta se filtra a través de esa obstrucción y, por lo tanto, se distorsiona”.
El dolor, un dolor en la rodilla, por ejemplo, es algo que estoy segura —estoy aventurando aquí–, estoy segura que todos lo hemos experimentado; un dolor en la rodilla cuando estamos sentados es lo que el cuerpo-mente hace y hay una buena razón para ello porque nos estamos estirando. El cuerpo-mente se está estirando. Cuando estas experiencias, cuando estas sensaciones son atendidas abiertamente, podemos notar que tales sensaciones no son constantes, no son sólidas, y no son una cosa. Las sensaciones titilan y cambian, a veces se abren por completo y desaparecen.
Tenemos tendencia a generar pensamientos sobre ese dolor y a permitir que la atención se convierta en pensamientos sobre el dolor. El dolor y los pensamientos sobre el dolor son dos cosas completamente diferentes. Cuando permitimos que la atención caiga en los pensamientos, nos estamos alejando de este momento de experiencia, de la experiencia de las sensaciones. Estamos creando un concepto de qué es el dolor, qué significa, cuáles son las consecuencias y “¿por qué yo? ¿Por qué yo? ¿Qué hice para merecer este dolor?” Estamos tan ocupados con nuestras fantasías y nuestras historias sobre lo que estamos experimentando que, de hecho, es como si ya no estuviéramos experimentando esas sensaciones. Todo se filtra a través de la obstrucción que hemos creado. Ver, escuchar, saborear, tocar, sentir, oler, quedan ocultos por la historia que hemos creado. Eso nos hace sufrir. El espacio de la experiencia abierta está corrompido. Esto es sufrimiento. Esto es dukkha.
Dukkha tiene sus raíces en sánscrito. “Du” significa malo, “kkha” significa espacio. La palabra dukkha describe un mal espacio. Una metáfora clásica es el agujero que atraviesa el eje de una rueda y que está roto o bloqueado. Entonces, fundamentalmente, con dukkha existe la sensación de que las cosas no funcionan, las cosas no nos están funcionando. “¿Por qué yo?”. Y, por supuesto, las cosas no están funcionando porque estamos creando la obstrucción que ha roto la apertura de la experiencia en uno mismo y el otro, de esto y aquello. Cuando advertimos que esto es lo que estamos haciendo, podemos practicar: sentir en el cuerpo subir y bajar la respiración en este momento. Esto es la vida.
El Buda continúa diciendo que “la tristeza, el lamento, el dolor, la pena y la desesperación son sufrimiento”. Esta traducción está algo más en sintonía. Es algo que podemos entender más claramente pues aunque podemos sentirnos afligidos y sentir tristeza, aunque podemos llorar cuando ocurre algo desafortunado, no debemos enfocarnos en esa pena, en esa aflicción, en ese llanto, excluyendo todo lo demás que estamos experimentando. Cuando lo hacemos nos hacemos sufrir. Esta es la creación de dukkha, de un mal espacio. La práctica nos enseña a abrirnos alrededor de esto, a darle espacio, para que se pueda desenredar.
Creamos este sufrimiento una y otra vez. Por ejemplo, hay cosas que queremos y podemos estar pensando en ellas creyendo que si las tuviéramos todo iría bien y estamos tan ocupados enfocándonos en lo que creemos carecer, que no vemos lo que pasando. No queremos estar solos. Podemos estar tan ocupados contraídos alrededor de este miedo a estar solos, tan ocupados con este “estar solos” que hemos creado que ni siquiera nos damos cuenta que hay otros seres a nuestro alrededor, tal vez riendo, tal vez solo respirando, tal vez caminando, tal vez creciendo en una cacerola, tal vez acurrucándose alrededor de nuestra pierna tratando de llamar nuestra atención, y no nos damos cuenta de que es imposible estar solos.
Hay cuatro tipos de dukkha descritos: dukkha de no obtener lo que queremos; dukkha de conseguir lo que queremos y perderlo; dukkha de conseguir lo que no queremos; y luego, el dukkha de los dukkhas, la inevitabilidad del sufrimiento que sigue a lo largo de la creación de la imagen de un yo. Por lo tanto, en el momento en que se produce la contracción en el cuerpo-mente y se oscurece la experiencia abierta, surge el “yo” y, consigo, la confusión de que todo lo demás es “lo otro”. Y hace que surja sufrimiento. Y lo hará hasta que tengamos la suerte de llegar a un lugar donde podamos recibir las Enseñanzas de la Realidad y donde podamos practicar.
Una innovación reciente, atribuible —creo– al budismo norteamericano, es el llamado “sufrimiento necesario”. El “sufrimiento necesario” es, por supuesto, el nacimiento, la vejez, la enfermedad y la muerte. Y hay el “sufrimiento innecesario” que es, por supuesto, los pensamientos y sentimientos que usamos para crear un yo separado y distinto de todo lo demás y que sufre porque el universo no le está suministrando lo que quiere. Cuando vemos esos pensamientos y sentimientos podemos abrirnos alrededor de este “sufrimiento innecesario”. Bueno, una vez más, esto confunde el tema a mi modo de ver. Nacimiento, vejez, enfermedad y muerte, es lo que hace la vida, punto. Y luego está el sufrimiento que es “tratable”. [Risas]
Nos sentamos. Sentimos la respiración dentro y fuera del cuerpo-mente. Vemos los pensamientos como pensamientos. Vemos surgir sentimientos. Sentimos sensaciones. Cada vez que nos damos cuenta de cómo estamos, cómo practicamos, estamos practicando la Conciencia en sí misma. Todo lo que surge y desaparece, viene y va como la actividad de la Conciencia misma. La conciencia no puede estar condicionada por lo que surge dentro de ella. La Conciencia es la única condición.
El Maestro Zen Anzan Hoshin dice, en “Redondo y brillante”, “que la verdadera veneración no es un sentimiento acerca de algo. Es permitir respetuosamente un espacio en el que algo pueda presentarse en sus propios términos”. Así que, en ese sentido, el monasterio, Dainen-ji, es un lugar de veneración, en el sentido que nos proporciona un espacio en el que cualquier cosa puede presentarse en sus propios términos y abrirse. El cuerpo-mente, tu cuerpo-mente, es un espacio en el que puedes permitir que cualquier cosa se presente en sus propios términos. Ese espacio es conciencia, ese espacio es apertura, ese es el espacio que surge como todos los seres. Ese espacio eres tú. Cuídalo. Abre las obstrucciones que intentan juntar un yo que está separado. Esta separación es una ilusión, no es posible. Así que practica.
A medida que este momento surge dentro de la Conciencia, la Conciencia surge como este momento. Anzan roshi dice: “Para que nuestra práctica sea una práctica completa, debe nacer de nuevo en cada momento y como ese momento. Ábrete completamente a lo que surja”.
