miércoles, 10 de agosto de 2022

000 Ryunosuke Akutagawa



El hilo de la araña

Una mañana el Buda está dando un lento paseo cerca del profundo estanque de lotos. Las flores que lo pueblan son de la más exquisita blancura, sus dorados estambres llenan continuamente el lugar con una indescriptible dulce fragancia.
El Buda se detiene por un momento junto al estanque para contemplar lo que ocurre bajo el manto formado por las hojas de loto. Claramente puede observar, a través del agua cristalina, que en el lejano fondo de esta celestial fuente de lotos, se hallan las profundidades del infierno. Él ve el río y la horrible Montaña de las Agujas como si estuviera observando por un espejo de un solo sentido, y su vista capta la forma de un hombre, llamado Kandata, retorciéndose junto a los demás seres condenados a sufrir por sus acciones.
Durante su vida, Kandata había sido un notorio ladrón, un asesino y un incendiario, culpable de numerosos crímenes. Mas el Buda recuerda un único acto bueno realizado por este hombre. Una vez, Kandata vio una pequeña araña arrastrándose por el camino cuando cruzaba un denso bosque. Inconscientemente levantó su pie para matarla, pero en ese instante se detuvo.
-¡No, no!-pensó.
-Esta araña puede ser insignificante, pero sin lugar a dudas es un ser viviente. No parece correcto tomar esta vida sin razón alguna.
Y continuó entonces su camino sin matar a la araña.
Observando la desdichada situación en el infierno por la que atraviesa Kandata y recordando el hecho de que había ayudado a la araña, el Buda resuelve que por esa única buena acción, él trataría de rescatarlo de allí. Entonces, mirando la superficie del estanque, se complace al descubrir sobre una hoja de loto, a una araña del paraíso, fabricando su plateado hilo. El Buda toma este hilo suavemente y lo introduce por el espacio que hay entre las hermosas flores de loto, hasta las cavernosas profundidades del infierno.
En las profundidades también se encuentra el Lago de Sangre, negro como la brea en toda su extensión. Junto a los demás sufrientes, Kandata continuamente flota en su superficie y se hunde en sus profundidades. Ocasionalmente él ve algo amenazador que emerge de la oscuridad, y se sume en la más absoluta desesperación al darse cuenta de que son las resplandecientes agujas de la terrible Montaña de las Agujas. Por otra parte, todo el lugar es tan silencioso como el interior de una tumba. (...)
Sin embargo, este día, Kandata alcanza a elevar su cabeza y ver, en el oscuro y silencioso cielo sobre el Lago de Sangre, un plateado hilo de araña descendiendo desde lo alto. ¿Acaso esta delgada y centelleante línea, apenas visible, podría estar acercándose?
Cuando ve esto, preso de la alegría, involuntariamente aplaude con sus manos. Tal vez si pudiera colgarse de esta cuerda y trepar hacia donde fuera que ella conduce, podría escapar del Infierno. ¡Con un poco de suerte, él podría alcanzar el paraíso de arriba, y nunca más se vería forzado a trepar por la Montaña de las Agujas o a ser tragado por el Lago de Sangre!
Mientras le viene este pensamiento, Kandata inmediatamente toma el hilo de la araña con ambas manos y comienza a trepar, aferrándose a él con todas sus fuerzas. Teniendo en cuenta que originalmente había sido un experimentado ladrón, este tipo de esfuerzo no representa nada nuevo para él.
Sin embargo, puesto que la distancia entre ese averno y el paraíso es de diez mil leguas, por más esfuerzo que haga, el camino a la cima no es fácil. Poco tiempo después de haber comenzado a trepar, se da cuenta que ni aun su extraordinaria fuerza es suficiente para llevarlo más arriba. Sin poder hacer otra cosa por el momento, decide tomar un pequeño descanso, y mientras se balancea colgado de la cuerda, observa lo que ocurre más abajo, en la lejanía.
Debido a la altura en que se encuentra Kandata, el Lago de Sangre, que recientemente lo había tenido cautivo, se halla ahora escondido en la más profunda oscuridad. El tenue brillo de la terrible Montaña de las Agujas está también debajo de él. Si mantiene el ritmo con el que viene trepando, podrá escapar; tal vez no sea tan duro como lo había imaginado.
Kandata toma fuertemente el hilo de la araña con ambas manos y ríe como nunca antes lo había hecho.
-¡Si lo lograré!-se dijo.
Sin embargo, en ese momento, alcanza a darse cuenta que desde abajo, como una línea de hormigas, un incontable número de pecadores como él, trepa por el hilo con todas sus fuerzas, tratando también de escapar de tan triste destino. Kandata los observa horrorizado con sus ojos desorbitados de miedo y su boca abierta como la de un tonto.
¿Cómo podría el delgado hilo de la araña, sostener el peso de tanta gente? Si el hilo se rompiera, todos sus esfuerzos de trepar serían en vano, y él se zambulliría de nuevo en la inmunda miasma, junto a sus perseguidores. ¡Esto no debería ocurrir, sería demasiado horrendo!.
Mientras Kandata piensa esto, más y más compañeros trepan por el brillante hilo de la araña desde las profundidades del Lago de Sangre, no ya de a cientos ni aún de a miles, sino en grandes enjambres.
Kandata debe hacer algo rápidamente, antes que el hilo se rompa, haciéndolo caer sin remedio.
Kandata grita con voz de trueno:
-¡¡Eah, ustedes pecadores, este hilo de araña es Mío!!¡¡Mío!!...¿¿Quién dijo que podrían trepar por él??..¡¡Vuelvan!!..¡¡Vuelvan atrás!!...¡¡Aléjense!!
Apenas dicho esto, el hilo de araña repentinamente se rompe con un chasquido justo sobre el lugar donde Kandata lo asía...Kandata está perdido.
Aturdido y sin tiempo para decir nada, comienza a caer girando como un trompo, termina precipitándose y cayendo nuevamente en las profundidades del infierno.
El acortado hilo de la araña permanece suspendido, reflejando destellos de luz en el centro de ese cielo sin luna ni estrellas.
El Buda está parado junto al estanque de lotos en el paraíso, observando este drama del principio al fin. Cuando al final, Kandata cae como una piedra en lo profundo del Lago de Sangre, una expresión de tristeza cruza la cara del Buda y se aleja.
A pesar de que la dureza del corazón de Kandata, se evidenció en su intento por escapar él solo del Infierno, este destino tan desdichado llena de pena al Buda.
Las flores en el estanque de lotos no son afectadas por tales cosas, sus delicadas formas inclinan sus cálices alrededor de sus pies, y continuamente llenan el lugar con la indescriptible dulce fragancia que proviene de sus dorados estambres.
Pronto, nuevamente será mediodía en el paraíso.
Ryunosuke Akutagawa
El hilo de la araña
Tokio: Shinseken, 2003