Desapego.
Cuando comprendemos la condición efímera de la belleza podemos disfrutar el esplendor del momento, sin la necesidad de apegarnos al deseo de que perdure. Apreciamos nuestra intimidad con los fenómenos, pero liberados del impulso de apegarnos a las circunstancias y del posible dolor por la pérdida. Esto es lo que se llama despertar a la impermanencia de la realidad. Dogen Zenji dijo,” Cuando vemos el incesante cambio de este mundo, la mente egóica ya no surge. Tampoco surge el deseo de fama y fortuna”. En nuestra práctica, no observamos los pensamientos; soltamos la identidad con los procesos mentales y podemos evidenciar el flujo incesante de la realidad, el surgimiento y la desaparición de los fenómenos.
Ven. Monje Zen Densho Quintero.-
