"Lo que el Buda vio fue que la ignorancia de nuestra verdadera naturaleza es el origen de todos los tormentos del samsara, y el origen de la ignorancia misma es la tendencia inveterada de nuestra mente a la distracción. Poner fin a esta distracción equivaldría a poner fin al samsara mismo. La solución, comprendió el Buda, era traer la mente a casa, a su verdadera naturaleza, mediante la práctica de la meditación.
El Buda estaba sentado en el suelo, sereno, digno y humilde al mismo tiempo; tenía el cielo sobre él y a su alrededor, como para mostrarnos que en la meditación nos sentamos con una actitud mental abierta y parecida al cielo, pero que al mismo tiempo permanecemos presentes y en estrecho contacto con la tierra. El cielo es nuestra naturaleza absoluta, sin barreras ni límites, y el suelo es nuestra realidad, nuestra condición relativa y ordinaria. La postura que adoptamos al meditar simboliza que enlazamos lo absoluto y lo relativo, el firmamento y el suelo, el cielo y la Tierra, como las dos alas de un pájaro, integrando la naturaleza inmortal de la mente parecida al cielo y el suelo de nuestra naturaleza pasajera y mortal.
Aprender a meditar es el mayor regalo que podéis haceros en esta vida, puesto que sólo la meditación os permitirá emprender el viaje para descubrir vuestra verdadera naturaleza y encontrar así la estabilidad y la confianza necesaria para vivir bien y morir bien. La meditación es el camino a la Iluminación.
(Extracto del libro Tibetano de la Vida y la Muerte)