Expresado en la terminología budista, debemos comenzar con la iluminación y proseguir hacia la práctica y luego hacia el pensar. Generalmente, el pensar se centra más bien en el propio ser. En nuestra vida cotidiana, el pensar se centra el noventa y nueve por ciento de las veces en el propio ser: “¿por qué sufro? ¿Por qué tengo problemas?”.
Esto constituye el noventa y nueve por ciento de nuestro pensar. Por ejemplo, cuando empezamos a estudiar las ciencias o un sutra difícil, pronto nos agobia el sueño o nos entra modorra. ¡En cambio, estamos siempre bien despiertos y mostramos gran interés cuando se trata de nuestro pensar centrado en el propio ser! Mas cuando la iluminación viene primero, antes que el pensar, antes que la práctica, este pensar y esta práctica no se centran en el propio ser. Por iluminación entiendo el creer en la nada, creer en algo sin forma ni color que está dispuesto a tomar forma o color. Esta iluminación constituye la verdad inmutable.
En esta verdad original deberán basarse nuestra actividad, nuestro pensar y nuestra práctica.