El Hermano Capuchino Fray Ruperto me decía en confidencia:
Hermano Angel, viví lo que tenía que vivir activamente. Estudié, me recibí, me doctoré, trabajé, me casé, tuve hijos, tengo nietos, me fue bien y me fue mal, me divorcié, me enfermé, me empobreci, estuve perdido, me hundí en caída libre, me abandonaron y me abandoné; y cuando ya nada tenía ni siquiera esperanza, un día sin más, todo eso, pasó.
Sin esperarlo, sin buscarlo... la calma llegó.
Solo tenía este cuerpo, mis recuerdos dolorosos, y unas pocas y exigüas pertenencias.
Y descubrí que al final del embudo, de mi callejón sin salida, solo estaba Dios.
Un día en el más oscuro fondo de mi pozo emocional, el Señor me susurró:
"Ya está Ruperto..ven a descansar por el tiempo que aún te queda y ven aquí donde te mostraré, desde ahora ya no te aflijas más por nada."
Así lo sentí en mi corazón. Quién sabe, quizá para algunos fue mi mente o una esquizofrenia o mi desesperación o mi locura.
Pero lo que si sé, y lo que me pasó, es que hoy vivo libre de toda atadura, tanto externa como propia.
Ya no lucho por conquistar nada ni tener razón, ni obligar a nadie a pensar o hacer lo que no siente.
Encontré en este retiro y en esta comunidad una nueva familia y una vida muy sencilla, y la oración contemplativa como mi salud y reparo tantas heridas del pasado.
Mi plegaria es simplemente dar gracias y reconocer mi tremenda ignorancia.
Ya no espero nada de este mundo. Solo irme cuando la hora me llegue en la Paz de Dios, y de haberme reconciliado con los que ofendí o lastimé con mis actos y palabras.
Se me quitó todo lo que tenía y solo vivo en este presente por una gracia inmerecida.
Es la primera vez que mi mente está en calma y no me afecta este viejo cuerpo ni sus dolores o limitaciones.
Soy feliz con muy poco y de ese poco uso muy poco, como decía San Francisco.
Cada momento es un gozo en el Señor por la Vida que me regala a cada instante...
Fuera de ésto para mí ya no hay nada...