sábado, 24 de mayo de 2025

Ryōkan — El Gran Tonto que Rechazó el Juego




En un mundo de monjes que recitan sutras, jerarquías rígidas y hábitos formales, Ryōkan se alejó.

Pudo haber escalado la jerarquía del templo.
Pudo haberse convertido en un abad respetado.
En cambio, eligió una choza con goteras y una vida de pobreza.

Sin sermones. Sin sistemas.
Solo caligrafía, risas de niños y poemas tranquilos garabateados en trozos de papel.

Se inclinaba ante la luna, dormía cuando tenía sueño, pedía limosna cuando tenía hambre.
Y en ese rechazo suave — a impresionar, a ascender, a predicar — Ryōkan derrumbó toda la puesta en escena del Zen.

> “Demasiado perezoso para ser ambicioso,
dejo que el mundo se cuide solo…”



No era perezoso.
Simplemente vio a través de toda la ilusión — de que la realización tenía que parecer impresionante.

Donde otros dominaban el kōan, él se convirtió en el kōan:
Un monje que jugaba con los niños del pueblo en lugar de dar conferencias.
Un poeta que escribía sobre pulgas y rocío en lugar del Dharma.

No usó la rebeldía como armadura —
la llevó como túnicas raídas, invisibles y absolutas.

Se llamó a sí mismo “Daigu” — el Gran Tonto.
Y al hacerlo, señaló la sabiduría más profunda:

Que todo nuestro esfuerzo espiritual es solo otro disfraz.
Que la libertad puede parecer ignorancia. O amabilidad. O sentarse sin nada que demostrar.

No todos los fuegos rugen.
Algunos simplemente se niegan, en silencio, a encenderse.

> “Veo a la gente en el mundo
Malgastando su vida codiciando cosas,
Incapaces de satisfacer sus deseos,
Cayendo más y más en el infierno —
Esto no es culpa solo de uno o dos,
Así que no puedo señalar a nadie.
En cambio, trataré de ser como una nube errante,
Contento de ser libre en el cielo.”
— Ryōkan