martes, 24 de diciembre de 2024
Palabras de Buddha
Jijuyû Zanmai,
lunes, 23 de diciembre de 2024
Mente zen...
domingo, 22 de diciembre de 2024
Palabras de atención
sábado, 21 de diciembre de 2024
Nuestros caminos internos
Siendo humano
Tao Te Ching - 1 … 8
viernes, 20 de diciembre de 2024
¿Listo para morir?
jueves, 19 de diciembre de 2024
Como practicar Zazen
Para la práctica de zazén hay suficiente con una habitación silenciosa, dice
Dogén. Y aunque no sea silenciosa, porque en la vida cotidiana hay
constantemente ruidos de tráfico, vecinos, obras, etc., sí que conviene que al
menos sea apartada, donde uno pueda sentarse sin excesivas distracciones, en un
ambiente tranquilo y lo más confortable posible: ni caluroso en verano, ni
glacial en invierno, pues esas circunstancias podrían desviar excesivamente
nuestra atención.
En definitiva, los ruidos, como el calor o el frío, son como los pensamientos:
hay que dejar pasar y saber concentrarse en la postura. El estado silencioso es
lo óptimo, evidentemente, pero la vida no siempre lo permite, y no hay que
negar la vida sino saber dialogar con ella. Esa ya es la primera enseñanza
antes incluso de sentarse. O sea, que si el entorno no es propicio al 100%,
aceptemos tal cual es y armonicémonos con él.
Cuenta el maestro Deshimaru en su biografía que, durante la II Guerra Mundial,
incluso se puso a meditar en un barco que sufría los ataques de un bombardeo.
Eso es un caso extremo, naturalmente, pero con la práctica aprenderemos a
meditar en casa y con niños, en el trabajo, en el metro, en la consulta del
médico, o andando. El lugar será importante, pero no tanto como nuestra propia
actitud y determinación por meditar.
Cómo se practica zazén
El verdadero Zen consiste en sentarse tranquilamente en la postura correcta,
dice el maestro Deshimaru. Aquí daremos unas normas básicas. Seguro que un
practicante avezado echará en falta a algunas. Pero se ha abreviado a fin de
que el practicante que se acerca al Zen entienda mejor y no intente fijar su
atención en lo accesorio y sí en cambio en lo fundamental, que es la postura.
Sin una postura adecuada no hay meditación adecuada.
LA POSTURA
El cuerpo
Así, situados frente a la pared y sentados sobre el zafu, más bien de la mitad
hacia adelante, pondremos en posición nuestras piernas. La posición óptima es
la del loto: la pierna derecha se dobla y el pie reposa sobre el muslo
izquierdo, y a continuación se dobla la izquierda cruzándose con la anterior,
para situar el pie izquierdo sobre el muslo derecho.
Cada cual sabe de las posibilidades y de las limitaciones de su cuerpo. Quien
pueda hacer el loto completo, que lo haga aunque eso le suponga un esfuerzo. El
Zen es una vía de esfuerzo, no se olvide. Quien no pueda, que haga el medio
loto: una pierna dobla y el pie reposa en un muslo, y la otra pierna reposa en
el suelo. Y aún dos posturas más: la birmana, con las dos piernas dobladas
reposando en el suelo; y la seiza, con las dos piernas dobladas bajo nuestro y
nosotros sentados sobre los talones.
El objeto de esa posición es lograr componer un trípode bajo nuestro cuerpo, de
manera que las dos rodillas reposen en el suelo, y nuestros glúteos en el zafu.
Ese trípode dará estabilidad a nuestro cuerpo y permitirá que nuestra columna
vertebral se sitúe vertical, con lo que evitaremos por un lado dolores en la
espalda y ayudaremos al fluir de la respiración ya que no tendremos en pecho
encogido. La pelvis estará ligeramente basculada hacia adelante a fin de
favorecer la verticalidad de la espalda.
Para aquellas personas mayores o con discapacidad [o si vamos en tren o metro,
por ejemplo] se puede meditar sentado a la europea, en silla. Para ello nos
sentaremos en el asiento (con zafu o sin zafu) sin apoyarnos en el respaldo,
con las piernas paralelas y las plantas de los pies asentadas en el suelo.
Las
manos
Nuestras manos se pondrán en el mudra de la meditación, que en el Zen Soto es
de la siguiente forma: los brazos caen relajadamente por los lados del cuerpo,
las palmas reposan en las ingles y se doblan hacia arriba a la altura de
nuestro vientre. La palma derecha va debajo, y sobre ella reposa el dorso de la
izquierda, cuya palma mira arriba. Los pulgares se tocan por la yema de los
dedos, levemente, como si quisieran sostener un papel de fumar, en posición
horizontal. Es importante que los brazos se hallen relajados, que no tensionen
ni los hombros ni la espalda, que las manos reposen en el regazo [si los brazos
son cortos y no llegan a nuestros muslos, antes que las manos queden flotando
mejor situar debajo de ellas un grueso de toalla, por ejemplo, para que las
eleve], y que los pulgares se mantengan horizontales.
¿Por qué las manos así? Hay tradiciones budistas que sitúan la izquierda debajo
y la derecha encima, o incluso una junto a la otra, nudillos contra nudillos.
En el Soto Zen se hace así, la derecha sostiene a la izquierda. Según el
maestro Kodo Sawaki ello es así porque la derecha es que está habituada a
trabajar, representa el cuerpo, mientras que la izquierda suele estar más
tranquila y, por tanto, representa a nuestro espíritu. El cuerpo sostiene al
espíritu.
Si las falanges de los pulgares se hunden formando un valle, significará que
somos presa de sentimientos negativos, depresivos o, sencillamente, que nos
estamos durmiendo. Y si por el contrario nuestros pulgares se elevan formando
un pico significará que estamos agitados, nerviosos, inquietos… ser conscientes
en todo momento de la postura horizontal de nuestros pulgares significará ser
conscientes de lo que estamos haciendo. El cuerpo controla la mente. Ahora y
aquí.
La
cabeza
Gracias a la postura correcta de las piernas mantendremos la postura correcta
de la columna, y con esta la de la cabeza. Esta se mantendrá con el mentón
ligeramente entrado. La nariz en la vertical de nuestro ombligo. Las orejas, en
la horizontal de nuestros hombros. La nuca estirada, como si quisiéramos tocar
el cielo con la cabeza mientras las rodillas se afianzan en el suelo.
Los ojos, medio entornados, mantendrán la mirada hacia el suelo con una
inclinación de unos 45º, situándola aproximadamente a un metro de distancia. En
la postura de ojos medio cerrados, los ojos se lubrifican naturalmente y no hay
que ir parpadeando a medida que se nos secan.
La boca estará cerrada. La lengua pegada al paladar. La mandíbula sin apretar.
En esa posición, nuestra boca drenará naturalmente la salivación y no serán
necesarios movimientos de tragar.
La
respiración
La respiración se efectuará exclusivamente por la nariz. Relajada y
profundamente. Inspiraremos y luego espiraremos lentamente el aire, tan lento
como en el mugido de una vaca. Sin que nadie se quede con los números, más o
menos la secuencia sería: 6 segundos de inspiración, 1 ó 2 de retención del
aire en nuestro interior, y 9 segundos de espiración. Aunque todo depende de la
capacidad pulmonar de cada uno. El maestro Taisén Deshimaru, por ejemplo,
cuenta que él era capaz de estar espirando durante 1 minuto.
Primero
seremos conscientes de ese movimiento, luego el respirar se hará automático.
Respirando por la nariz también evitaremos que se nos seque la garganta y eso
nos desconcentre.
En zazén, la respiración es ventral. Cuando inspiremos, forzaremos que nuestro
vientre se hinche. Cuando espiremos, apretaremos nuestro vientre para expulsar
el aire. Primero, todos esos movimientos se efectúan conscientemente, a medida
que avancemos en nuestra práctica, todo se producirá naturalmente.
El movimiento ventral efectúa sin quererlo un movimiento de masaje a nuestro
bajo vientre, de manera que este punto, centro de paso de multitud de nudos
nerviosos y vitales, se relajará y con ello todo nuestro cuerpo. Según la
ciencia chino-japonesa tradicional, en esa zona del bajo vientre reside el Ki
[o Qi], la energía cósmica que nos impulsa, fuente de nuestra vida. Por eso es
importante ese tipo de respiración.
[Al final se adjuntan
imágenes de las posturas]
ESTADO DE LA MENTE
Pensar sín pensar
Obtenida la postura, esencial como se ve para llevar a término una buena
meditación, pues nada es baladí, nos surgirán los pensamientos. Éstos no los
podemos parar porque no podemos parar a nuestro cerebro, que sólo la muerte lo
para. Entonces, nuestra actitud será la de dejar pasar. No pararnos en nuestros
pensamientos, no seguir su lógica (o ilógica) discursiva. Pero tampoco
oponernos a ellos generando un contra pensamiento o una negación sistemática de
los mismos. No hay que intentar visualizaciones, ni fijar la mente en ningún
concepto u objeto, ni esforzarse por ponerla en blanco, puesto que hay que ser
conscientes en todo momento de dónde estamos y de la perfección de nuestra
postura. Los pensamientos nos vienen, pero no hay que detenerse en ellos, hay
que dejarlos pasar. Somos como una montaña, y nuestros pensamientos son como
nubes que llegan, la atraviesan y se van. Nuestra conciencia debe ser la de
hishiryo: pensar sin pensar. Situándonos más allá de cualquier pensamiento.
Dejar pasar…
Así, conduciendo adecuadamente a nuestro cuerpo a meditar, relajaremos nuestra
mente saltarina. Apaciguando nuestra mente, apaciguaremos nuestro espíritu. Se
nos hará la claridad. Miraremos la luna directamente hacia su disco plateado,
no estaremos mirando su reflejo en la superficie de un pozal.
Hishiryo, pensar sin pensar |
EL ESPÍRITU DE PRÁCTICA
Mushotoku, sin beneficio
Sin
perseguir ningún objetivo. Sin querer acabar con nada. Sin querer conseguir
nada. Sin odiar nada. Sin amar nada. ¡Mushotoku!, nada que obtener. Sólo así
conseguiremos algo… cuando ello deba ser. Obtener sin querer obtener, esa es la
esencia. No hay que tener prisa, sólo hay que tener constancia en la práctica
del zazén y no obsesionarse por desear alcanzar algo. Ni buena salud, ni calma
mental, ¡ni mucho menos convertirse en Buda! Querer cambiar es una finalidad, y
si entonces aparece una dificultad, te bloqueas y te separas del camino. “Si
existe una fisura, por muy fina que ésta sea, será como el vacío existente
entre cielo y tierra”, dice Dogén.
Si quieres comprender real y profundamente, hay que practicar con espíritu
mushotoku, no hay que tener ningún objetivo. Sólo sentarse, concentrado en el
aquí y ahora. Nada más.
Mushotoku |
COMO LLEVAR A TÉRMINO LA
PRÁCTICA
Dos meditaciones sentadas y una andando
KIN-HIN (postura
andando)
|
|
POSICION SENTADA
RECOMENDACIONES PARA LA
PRÁCTICA
La postura de Zazén es muy importante en sí misma, ya se ha dicho y repetido,
y no es sólo cuestión de postura sino también de actitud. Por
tanto, hay que evitar sentarse en zazén cuando no se haya dormido suficiente,
cuando uno se encuentre físicamente cansado o, en todo caso, cuando se haya
comido o bebido en exceso. Dice Deshimaru: “¿Cuál es la esencia del zazén?
Solamente la postura, la respiración, y la actitud del espíritu. Todos los
gestos de la vida cotidiana se vuelven Zen. Pero la fuente, el origen, es
solamente sentarse”.
Cuando queramos ir a meditar a un dojo Zen lo óptimo es poder llegar con varios
minutos de antelación. Normalmente llegamos a los sitios bajo el influjo de
nuestra reciente agitación (el tráfico, el metro, el trabajo, los hijos….), y
así ayudaremos a tranquilizarnos un poco al iniciar el zazén a la hora
convenida. La práctica del zazén tiene un tiempo de inicio y otro de
finalización. Zazén es meditación, no evasión. Una vez se termina, sigue
nuestra vida cotidiana. Así mismo, una vez que el zazén ha comenzado, nadie
debe entrar o salir del dojo.
En zazén nadie se mueve, menos cuando se hace kin hin. ¿Y qué pasa si uno tiene
que moverse por qué le duelen mucho las piernas o está resfriado y le cae el
moco? No pasa nada. Con absoluta normalidad, uno se mueve si tiene que moverse,
aunque hay que esforzarse por no hacerlo. Forma parte de nuestra propia
disciplina y, además moviéndonos, molestamos a los que están sentados cerca de
nosotros. Si hay que moverse, se hace gasshó, a modo de disculpa, se cambia de
postura o lo que sea, se vuelve a hacer gasshó y uno se queda quieto en la
nueva posición. Cambiar de posición no es garantía de aumentar o recuperar
nuestro bienestar, ya que veces todavía vamos a incrementar más un posible
dolor de piernas, por ejemplo, por lo que siempre es aconsejable dejar pasar
ese dolor, ese escozor o esas cosquillas tal como hacemos con los pensamientos.
“Detén las palabras,
detén el pensamiento y no habrá nada que no puedas entender”.
Kanchí Sosán, Shinjinmei
EPÍLOGO
“No juzgues la inmensidad del cielo observándolo
por el hueco de una caña”.
Yoka Daishi, Shodoka
Debes tener confianza en ti mismo. Cada uno tiene su karma, pero con la
práctica del zazén el karma se modifica y mejora. Y así, purificando el karma
en zazén, se puede hallar la auténtica originalidad propia ya que tu verdadero
yo se hace fuerte y, al mismo tiempo, abandonas tu egoísmo. Ese camino
incrementa tu felicidad y, por tanto, la de tu entorno.
La postura del cuerpo es simple y exacta. Estamos silenciosos y la mente se
halla más allá del pensamiento. El mal karma desaparece. En zazén dejamos pasar
los pensamientos, las ilusiones… y desaparecen. El zazén ventila nuestro
cerebro y eso nos va haciendo distintos. Cuando reposamos los pensamientos
surge la gran sabiduría. Pensar sin pensar, así se realiza el cambio en nuestra
mente. Así se opera el cambio interior. Esa luz que siempre ha enfocado al
exterior para buscar y lograr lo deseado, gira e ilumina nuestro interior. No
busca más, pero halla.
“El silencio es un buen karma”, dice el maestro Deshimaru. Hablamos sin parar.
A menudo demasiado, y no siempre en positivo. Acostumbrarse a tener cerrada la
boca es crear un buen karma. Por eso la meditación es tan efectiva. Se para el
habla. Se frena la visión. Se desoye lo que llega a los oídos. No se mueve, no
se toca. Se amortigua el transcurrir encabritado de los pensamientos. Decía un
maestro zen que nuestros pensamientos son como monos saltando de árbol en árbol
en la selva, como caballos salvajes corriendo desparramados por una gran
pradera. Así es una mente pensante, que se hace preguntas y se da respuestas
sin cesar, que juzga, que categoriza entre Bueno y Malo y así, de manera
indefinida, no para de construir sufrimiento.
Las dualidades no son permanentes. Son intercambiables. El mal puede
convertirse en un bien. Algo bueno o bienintencionado puede ser dañino. Una
desgracia puede conducir a la felicidad, y la felicidad a la desgracia. “En la
luz hay oscuridad. En la oscuridad hay claridad”, dice el poema del Sandokai.
Hay que saber observar lo que ilumina nuestra luz interior.
Hay en el Zen una historia que cuenta que una vez hubo en Japón dos maestros
budistas. Uno era estricto en guardar los preceptos del Buda, ni bebía alcohol
ni comía pasadas las once de la mañana. El otro era justamente lo contrario.
Cuando tenía hambre, comía, cuando tenía sueño, dormía. Un día el primero
visitó al segundo, y éste le ofreció una taza de sake a modo de hospitalidad.
“¡Nunca bebo!”, le espetó el invitado con vehemencia. “Alguien que no bebe no
es ni siquiera humano”, le dijo el otro. “¿Me llamas inhumano por qué no
transijo tomar una bebida embriagante? ¿Si no soy humano, qué soy?”. “Un buda”,
le respondió. ¿Qué hay que hacer en la vida cotidiana? Lo que hay que hacer:
trabajar, estudiar, hacer el amor, hacer deporte, hacer pipí… Si las ilusiones
y los apegos nos impiden progresar en la vía, hay que esforzarse en zazén. Y si
el querer ser Buda se nos presenta como un obstáculo, ¡quema el Buda! Decía un
maestro. No hay que pretender ser lo que no se es. Hay que ser lo que se es.
Tan sólo hay que concentrarse en la postura y en la respiración. No hay que
pensar ni en lo que hemos dejado tras la puerta antes de ponernos a meditar, ni
en lo que nos gustaría conseguir. Nada que conseguir. Concentrados en el aquí y
ahora será nuestra guía en la vida cotidiana: concentrados cuando comemos,
cuando trabajamos, cuando nos lavamos, cuando hablamos con nuestros amigos o
nuestros hijos. Insisto: ese aquí y ahora es nuestra felicidad.
Es evidente que en la vida cotidiana hay que fijarse algún objetivo, ¡ni que
sea para nuestra subsistencia! Nada hay de malo en esforzarse en trabajar para
poderse comprar un coche, ¡faltaría más! Lo que está en duda es si ese coche es
un medio que nos facilita la vida o nos tiene que servir únicamente para
aparentar más, para fanfarronear ante los demás o para destrozar todavía más el
medio ambiente. “En la búsqueda de la Vía, para comprender la verdad, no hay
que escoger. En la vida cotidiana, lo importe es saber elegir”, escribió el
maestro Deshimaru. Hay que saber usar la sabiduría.
Ideales sí, pero hay que saber luchar por ellos. El mayor de todos ellos es
mushotoku, sin finalidad, sólo por qué es lo que se debe hacer, por qué es lo
que nos dice nuestra conciencia.
“El Caminante de la Vía,
inmóvil, más allá de la filosofía, no evita las ilusiones ni busca la verdad”.
Yoka Daishi, Shodoka