domingo, 2 de abril de 2023

La vía de los patriarcas

 


Mi maestro, Sawaki rôshi, decía a menudo de sí mismo: "Soy alguien eternamente extraviado. Nadie está más en la ilusión que yo. Soy alguien extraviado con bonitos adornos. De ello soy completamente consciente cuando hago zazen."
Que cosa tan rara es zazen. Cuando meditamos, ideas inoportunas, pensamientos fuera de lugar –brevemente, las ilusiones de las que están constituidos los seres ordinarios– parecen tener de repente una necesidad irreprimible de surgir y manifestarse. Surge además el deseo de expulsar estos pensamientos, un deseo irreprimible en el que ponemos toda nuestra energía. Aquellos que no hacen zazen no saben nada de todo esto. ¿Por qué continúan apareciendo las ilusiones, una tras otra, cuando practicamos? Aprendemos por zazen que cada uno de nosotros, sea príncipe o mendigo, no es más que una persona ordinaria (extraviada). He aquí la razón. El esfuerzo por expulsar estas ilusiones –no siendo la ilusión más que un absurdo (va contra nuestra propia felicidad y la del otro)– de la misma manera se nos muestra completamente por zazen. Por convención llamamos "Buda" esta meditación que nos guía de esa forma.
Según esta enseñanza simplemente ser consciente de estar extraviado, lo que proviene de la práctica de zazen, hace de ti, en realidad, un Buda. Zazen nos enseña que también estamos extraviados y nos libra así de esta ilusión. Cuando practicamos zazen verdaderamente y miramos atentamente todo el surgir de las ilusiones, nos damos cuenta cuán ordinarios somos y qué ridículo es estar orgulloso o envanecerse. No hay otra cosa que hacer que ocultarse tranquilamente. Después de todo, es eso lo que verdaderamente somos.
El satori [el despertar] significa despertarse al hecho de que estamos extraviados. Existe entonces el deseo, incluso ínfimo, de parar esas acciones ilusorias. Es de esta forma que la gente ordinaria se salva por zazen. Nos percatamos inmaculadamente de nuestra banalidad por nuestra práctica de zazen. Todo incumplimiento al zazen (Buda) nos volverá incapaces de abordar esas ilusiones y perderemos nuestro camino. Podemos decir que el mundo se extravía por no poder abordar sus ilusiones. Extraviarse significa vagar en los seis dominios del renacimiento. Todos los problemas del mundo, sean políticos, económicos, etc., provienen de situaciones en las que la conciencia de la propia banalidad no está presente.
Sawaki rôshi decía: "Desde un punto de vista religioso aquellos que no son conscientes de su banalidad son superficiales y cómicos."
El demonio –que es ilusión–, cuando es reconocido como tal, no puede hacer uso de sus poderes y desaparece por sí mismo.
Sodô Yokoyama. Fragmento de “La vía de los patriarcas”.