El zazen que lleva a la autorrealización no es una ensoñación ociosa ni una inactividad vacía, sino una forma interna e intensa de ir ejercitando control sobre la mente para después utilizarla, como un proyectil silencioso, con el fin de penetrar la barrera de los cinco sentidos y del intelecto discursivo (es decir, el sexto sentido). Exige energía, determinación y valentía. Yasutani-roshi lo llama “una batalla entre fuerzas opuestas del engaño y el bodhi”. Este estado mental ha sido vívidamente descrito en las palabras que se dice fueron pronunciadas por Buda mientras, sentado bajo el árbol Bo, hacía su supremo esfuerzo; palabras que se repiten con frecuencia en el zendo durante sesshin: “Aunque no queden sino mis huesos, tendones y piel, aunque mi sangre y mi carne se sequen, y se marchiten, no me moveré de este sitio hasta no haber alcanzado la iluminación absoluta”.
El deseo de la iluminación, por una parte se nutre de sentir un doloroso lazo interno -una frustración en la vida, un miedo a la muerte o ambos- y por otra parte, de la convicción de que a través del despertar uno alcanzará la liberación. Pero es en el zazen que la fuerza y el vigor del cuerpo-mente se agrandan y movilizan para nacer en ese nuevo mundo de liberación. Las energías que antes se malgastaban en deseos compulsivos y acciones sin sentido, ahora, al sentarse correctamente en zazen se conservan y canalizan hacia una unidad. Y en la medida en que la mente logra una concentración en un solo objeto a través del zazen, consigue dejar de dispersar su fuerza en la proliferación incontrolado de pensamientos ociosos. Todo el sistema nervioso se relaja y calma, se eliminan las tensiones internas, y se refuerza la tonicidad de todos los órganos. Además, se han hecho electrocardiogramas y otros estudios a individuos después de practicar zazen durante uno o dos años, y se ha demostrado que el zazen proporciona una mayor estabilidad del cuerpo-mente a través de una regulación del corazón, el pulso, la respiración y el metabolismo. En pocas palabras, al realinear las energías física, mental y psíquica por medio de una respiración adecuada, la concentración y el zazen, se establece un nuevo equilibrio de cuerpo-mente que tiene su centro de gravedad en el hara. Hara literalmente quiere decir el estómago, el abdomen y las funciones de digestión, absorción y eliminación relacionadas con estas zonas. Pero tiene también un paralelo psíquico y un significado espiritual. Según los sistemas yogi, hindú, budista, existen una serie de centros psíquicos en el cuerpo por medio de los cuales fluye la fuerza vital cósmica o energía. De los dos centros que se encuentran en el hara, uno se asocia con el plexo solar, cuyo sistema nervioso gobierna los procesos digestivos y los órganos de eliminación.
El hara es por tanto para facilitar su experiencia en esta verdad fundamental, el novicio en el Zen recibe instrucciones de enfocar su mente constantemente en lo profundo de su hara (específicamente entre el ombligo y la pelvis) y radiar todas las actividades mentales y corporales desde esa región. Con el equilibrio del cuerpo-mente centrado en el hara, gradualmente se establece ahí un foco de conciencia, un centro de energía vital que influye sobre todo el organismo.
Extracto del Libro Los 3 Pilares del Zen
Autor: Philip Kapleau (Tradición Zen Harada-Yasutani)