sábado, 29 de marzo de 2025

Como practicar Zazen




LA POSTURA DEL DESPERTAR

Para la práctica de zazén hay suficiente con una habitación silenciosa, dice Dogén. Y aunque no sea silenciosa, porque en la vida cotidiana hay constantemente ruidos de tráfico, vecinos, obras, etc., sí que conviene que al menos sea apartada, donde uno pueda sentarse sin excesivas distracciones, en un ambiente tranquilo y lo más confortable posible: ni caluroso en verano, ni glacial en invierno, pues esas circunstancias podrían desviar excesivamente nuestra atención.
En definitiva, los ruidos, como el calor o el frío, son como los pensamientos: hay que dejar pasar y saber concentrarse en la postura. El estado silencioso es lo óptimo, evidentemente, pero la vida no siempre lo permite, y no hay que negar la vida sino saber dialogar con ella. Esa ya es la primera enseñanza antes incluso de sentarse. O sea, que si el entorno no es propicio al 100%, aceptemos tal cual es y armonicémonos con él.
Cuenta el maestro Deshimaru en su biografía que, durante la II Guerra Mundial, incluso se puso a meditar en un barco que sufría los ataques de un bombardeo. Eso es un caso extremo, naturalmente, pero con la práctica aprenderemos a meditar en casa y con niños, en el trabajo, en el metro, en la consulta del médico, o andando. El lugar será importante, pero no tanto como nuestra propia actitud y determinación por meditar.
Cómo se practica zazén
El verdadero Zen consiste en sentarse tranquilamente en la postura correcta, dice el maestro Deshimaru. Aquí daremos unas normas básicas. Seguro que un practicante avezado echará en falta a algunas. Pero se ha abreviado a fin de que el practicante que se acerca al Zen entienda mejor y no intente fijar su atención en lo accesorio y sí en cambio en lo fundamental, que es la postura. Sin una postura adecuada no hay meditación adecuada.
LA POSTURA
El cuerpo
Así, situados frente a la pared y sentados sobre el zafu, más bien de la mitad hacia adelante, pondremos en posición nuestras piernas. La posición óptima es la del loto: la pierna derecha se dobla y el pie reposa sobre el muslo izquierdo, y a continuación se dobla la izquierda cruzándose con la anterior, para situar el pie izquierdo sobre el muslo derecho.
Cada cual sabe de las posibilidades y de las limitaciones de su cuerpo. Quien pueda hacer el loto completo, que lo haga aunque eso le suponga un esfuerzo. El Zen es una vía de esfuerzo, no se olvide. Quien no pueda, que haga el medio loto: una pierna dobla y el pie reposa en un muslo, y la otra pierna reposa en el suelo. Y aún dos posturas más: la birmana, con las dos piernas dobladas reposando en el suelo; y la seiza, con las dos piernas dobladas bajo nuestro y nosotros sentados sobre los talones.
El objeto de esa posición es lograr componer un trípode bajo nuestro cuerpo, de manera que las dos rodillas reposen en el suelo, y nuestros glúteos en el zafu. Ese trípode dará estabilidad a nuestro cuerpo y permitirá que nuestra columna vertebral se sitúe vertical, con lo que evitaremos por un lado dolores en la espalda y ayudaremos al fluir de la respiración ya que no tendremos en pecho encogido. La pelvis estará ligeramente basculada hacia adelante a fin de favorecer la verticalidad de la espalda.
Para aquellas personas mayores o con discapacidad [o si vamos en tren o metro, por ejemplo] se puede meditar sentado a la europea, en silla. Para ello nos sentaremos en el asiento (con zafu o sin zafu) sin apoyarnos en el respaldo, con las piernas paralelas y las plantas de los pies asentadas en el suelo.
Las manos
Nuestras manos se pondrán en el mudra de la meditación, que en el Zen Soto es de la siguiente forma: los brazos caen relajadamente por los lados del cuerpo, las palmas reposan en las ingles y se doblan hacia arriba a la altura de nuestro vientre. La palma derecha va debajo, y sobre ella reposa el dorso de la izquierda, cuya palma mira arriba. Los pulgares se tocan por la yema de los dedos, levemente, como si quisieran sostener un papel de fumar, en posición horizontal. Es importante que los brazos se hallen relajados, que no tensionen ni los hombros ni la espalda, que las manos reposen en el regazo [si los brazos son cortos y no llegan a nuestros muslos, antes que las manos queden flotando mejor situar debajo de ellas un grueso de toalla, por ejemplo, para que las eleve], y que los pulgares se mantengan horizontales.
¿Por qué las manos así? Hay tradiciones budistas que sitúan la izquierda debajo y la derecha encima, o incluso una junto a la otra, nudillos contra nudillos. En el Soto Zen se hace así, la derecha sostiene a la izquierda. Según el maestro Kodo Sawaki ello es así porque la derecha es que está habituada a trabajar, representa el cuerpo, mientras que la izquierda suele estar más tranquila y, por tanto, representa a nuestro espíritu. El cuerpo sostiene al espíritu.
Si las falanges de los pulgares se hunden formando un valle, significará que somos presa de sentimientos negativos, depresivos o, sencillamente, que nos estamos durmiendo. Y si por el contrario nuestros pulgares se elevan formando un pico significará que estamos agitados, nerviosos, inquietos… ser conscientes en todo momento de la postura horizontal de nuestros pulgares significará ser conscientes de lo que estamos haciendo. El cuerpo controla la mente. Ahora y aquí.
La cabeza
Gracias a la postura correcta de las piernas mantendremos la postura correcta de la columna, y con esta la de la cabeza. Esta se mantendrá con el mentón ligeramente entrado. La nariz en la vertical de nuestro ombligo. Las orejas, en la horizontal de nuestros hombros. La nuca estirada, como si quisiéramos tocar el cielo con la cabeza mientras las rodillas se afianzan en el suelo.
Los ojos, medio entornados, mantendrán la mirada hacia el suelo con una inclinación de unos 45º, situándola aproximadamente a un metro de distancia. En la postura de ojos medio cerrados, los ojos se lubrifican naturalmente y no hay que ir parpadeando a medida que se nos secan.
La boca estará cerrada. La lengua pegada al paladar. La mandíbula sin apretar. En esa posición, nuestra boca drenará naturalmente la salivación y no serán necesarios movimientos de tragar.
La respiración
La respiración se efectuará exclusivamente por la nariz. Relajada y profundamente. Inspiraremos y luego espiraremos lentamente el aire, tan lento como en el mugido de una vaca. Sin que nadie se quede con los números, más o menos la secuencia sería: 6 segundos de inspiración, 1 ó 2 de retención del aire en nuestro interior, y 9 segundos de espiración. Aunque todo depende de la capacidad pulmonar de cada uno. El maestro Taisén Deshimaru, por ejemplo, cuenta que él era capaz de estar espirando durante 1 minuto.
Primero seremos conscientes de ese movimiento, luego el respirar se hará automático. Respirando por la nariz también evitaremos que se nos seque la garganta y eso nos desconcentre.
En zazén, la respiración es ventral. Cuando inspiremos, forzaremos que nuestro vientre se hinche. Cuando espiremos, apretaremos nuestro vientre para expulsar el aire. Primero, todos esos movimientos se efectúan conscientemente, a medida que avancemos en nuestra práctica, todo se producirá naturalmente.
El movimiento ventral efectúa sin quererlo un movimiento de masaje a nuestro bajo vientre, de manera que este punto, centro de paso de multitud de nudos nerviosos y vitales, se relajará y con ello todo nuestro cuerpo. Según la ciencia chino-japonesa tradicional, en esa zona del bajo vientre reside el Ki [o Qi], la energía cósmica que nos impulsa, fuente de nuestra vida. Por eso es importante ese tipo de respiración.
[Al final se adjuntan imágenes de las posturas]
ESTADO DE LA MENTE
Pensar sín pensar
Obtenida la postura, esencial como se ve para llevar a término una buena meditación, pues nada es baladí, nos surgirán los pensamientos. Éstos no los podemos parar porque no podemos parar a nuestro cerebro, que sólo la muerte lo para. Entonces, nuestra actitud será la de dejar pasar. No pararnos en nuestros pensamientos, no seguir su lógica (o ilógica) discursiva. Pero tampoco oponernos a ellos generando un contra pensamiento o una negación sistemática de los mismos. No hay que intentar visualizaciones, ni fijar la mente en ningún concepto u objeto, ni esforzarse por ponerla en blanco, puesto que hay que ser conscientes en todo momento de dónde estamos y de la perfección de nuestra postura. Los pensamientos nos vienen, pero no hay que detenerse en ellos, hay que dejarlos pasar. Somos como una montaña, y nuestros pensamientos son como nubes que llegan, la atraviesan y se van. Nuestra conciencia debe ser la de hishiryo: pensar sin pensar. Situándonos más allá de cualquier pensamiento. Dejar pasar…
Así, conduciendo adecuadamente a nuestro cuerpo a meditar, relajaremos nuestra mente saltarina. Apaciguando nuestra mente, apaciguaremos nuestro espíritu. Se nos hará la claridad. Miraremos la luna directamente hacia su disco plateado, no estaremos mirando su reflejo en la superficie de un pozal.
Hishiryo, pensar sin pensar
EL ESPÍRITU DE PRÁCTICA
Mushotoku, sin beneficio
Sin perseguir ningún objetivo. Sin querer acabar con nada. Sin querer conseguir nada. Sin odiar nada. Sin amar nada. ¡Mushotoku!, nada que obtener. Sólo así conseguiremos algo… cuando ello deba ser. Obtener sin querer obtener, esa es la esencia. No hay que tener prisa, sólo hay que tener constancia en la práctica del zazén y no obsesionarse por desear alcanzar algo. Ni buena salud, ni calma mental, ¡ni mucho menos convertirse en Buda! Querer cambiar es una finalidad, y si entonces aparece una dificultad, te bloqueas y te separas del camino. “Si existe una fisura, por muy fina que ésta sea, será como el vacío existente entre cielo y tierra”, dice Dogén.
Si quieres comprender real y profundamente, hay que practicar con espíritu mushotoku, no hay que tener ningún objetivo. Sólo sentarse, concentrado en el aquí y ahora. Nada más.
Mushotoku

COMO LLEVAR A TÉRMINO LA PRÁCTICA
Zazén se puede practicar individualmente o colectivamente, en casa o en un espacio debidamente adecuado para ello. También se puede alternar entre el hogar y un centro Zen. Todo depende de las circunstancias de cada uno. El lugar no debe ser nunca un obstáculo si se quiere practicar. Lo recomendable es hace zazén colectivamente y en un centro ya que, por un lado, la práctica no decae en malas posturas o actitudes y, por otra lado, la energía de todos los presentes fluye e influencia positivamente a todos y hace que los efectos del zazén sean más poderosos sobre nosotros. Es muy positivo, por ejemplo, hacer una meditación, ni que sea de 15 minutos, antes de empezar nuestra actividad diaria. Nos despejará la mente. Y también aporta efectos beneficiosos realiza una práctica al finalizar el día: apacigua la mente antes de nuestro descanso diario.
En los monasterios Zen tradicionales del Japón existe un edificio llamado sodo [sala de monjes] en la que los monjes practican zazén, comen e incluso duermen sobre el mismo lugar del tatami que tienen asignado para meditar. En occidente, lo más usual, además del propio hogar, es que la práctica se lleve a término en un centro Zen que disponga de un dojo, literalmente el "lugar del despertar", o zendo, “lugar del zen”, y que no es otra cosa que una sala debidamente adecuada donde practicar zazén.
En un dojo Zen de la escuela Soto veremos en el centro el honzón o altar, donde se suele situar una imagen del Buda, un incensario, un jarrón con flores y una vela. El Buda representa al hombre histórico que hace 2.550 años alcanzó la iluminación mediante la meditación sentada y nos mostró el camino a seguir. Es el maestro por excelencia. Y aunque su enseñanza es nuestra guía, su imagen no es objeto de adoración sino que únicamente honramos su memoria a través de ella. El incienso ayuda a armonizar los olores del ambiente, las flores nos recuerdan la existencia del momento presente, todo tiene un principio cuando florece, pero también tiene un final, cuando se marchita, y la vela nos recuerda que ésta es la vía de la iluminación.
Los practicantes se sitúan en los laterales alrededor del honzón. Todos los que puedan por su condición física se sientan sobre un zafu [cojín redondo, grueso, relleno de miraguano o de cáscaras de semilla] que se emplaza sobre un zabutón, una alfombrilla acolchada o una manta doblada que protegerá nuestras piernas y pies de la dureza del suelo. El zafu será nuestra herramienta de meditación, aquella que nos permitirá la realización de la postura. Quien esté impedido puede sentarse en una silla sin apoyarse en el respaldo. Este es un camino de esfuerzo, no de mortificación, hay que tener eso siempre presente. Y en un extremo, normalmente cerca de la entrada, se hallará el puesto del godo, que es quien dirige la meditación, y que puede ser tanto un monje como un laico con cierta práctica. La luz de la sala será suave en lo posible.
También, por tradición, y con objeto de armonizarnos con todos los practicantes, es aconsejable hacer uso de ropas cómodas y holgadas, y preferiblemente de color neutro o negro. El practicante habitual suele vestir un kimono largo de color negro o ceniza, según las tradiciones. Evitar colores estridentes en nuestro entorno también evitará una dispersión de nuestra mirada, puesto que la meditación se lleva a término con los ojos entornados. Tampoco llevaremos pulseras ni objetos que hagan ruido al menor movimiento [¡enmudeceremos el móvil!], ni un perfume que pueda distraer el olfato de nuestro vecino. En zazén el respeto por la práctica de los demás es esencial.
En el hogar, de todo ello haremos sus más o sus menos, como es lógico, según las posibilidades y los gustos decorativos de cada cual, aunque siempre buscaremos crear para nuestra meditación una atmósfera de sosiego ni que sea encendiendo una simple barrita de incienso.
Si la práctica la llevamos a término en casa y no se dispone de zafu se puede usar un cojín algo duro que nos pueda mantener algo elevados del suelo. Por lo general, una altura de unos 10-12 cm será lo más adecuado. Nuestra práctica dirá si necesitamos mayor o menor elevación de nuestros glúteos a fin de que las piernas y la columna puedan mantenerse en una buena posición.
No detallaremos aquí los pormenores más o menos ritualizados que se llevan a término en un dojo. Cuando vayamos a practicar a un dojo se nos enseñará adecuadamente y sin ningún problema los reducidos ritos y los movimientos que se llevan a término antes, durante y después de la meditación. Sólo hay que tener presente que en el dojo, todo movimiento que realicemos se dirige a recordarnos el momento presente, dónde estamos y qué estamos haciendo, aquí y ahora.
Al entrar en el dojo
Al llegar al centro zen, nos vestiremos con una ropa cómoda y dejaremos ordenada la que traemos puesta de la calle, cogeremos nuestro zafu y zabutón e ingresaremos en el dojo. Entraremos en la sala con el pie izquierdo. Tranquilamente, nos dirigiremos al altar, ante el cual haremos una inclinación de respeto, y nos dirigiremos a nuestro rincón preferido para meditar. Lo haremos rodeando el altar siempre en sentido izquierda-derecha, siguiendo el movimiento solar o de las agujas del reloj.
En el Zen Soto se medita de cara a la pared. Esto es así desde época remota. La razones pueden ser varias, quizá la más adecuada sea que esa postura favorece una menor distracción respecto a lo que nos rodea, ya que se medita con los ojos abiertos. Y, en todo caso, una meditación frente a una pared no deja de ser un diálogo con uno mismo. La tradición señala a Bodhidharma (siglo V dC), el vigésimo octavo patriarca budista indio en la sucesión de Buda, como el introductor en China del Dhyanna, la meditación Zen que conocemos en la actualidad. Dice la leyenda que Bodhidharma meditó nueve años seguidos en el fondo de una cueva situada a no muy lejana distancia del no menos legendario monasterio chino de Shaolín, y que su sombra todavía se aprecia en la piedra.
Así pues, cuando lleguemos a nuestro sitio, nos pondremos de cara a la pared, dispondremos el zabutón y encima el zafu. Haremos una salutación [gasshó] a nuestro lugar de meditación que, para nosotros, será lo más sagrado pues será donde realizaremos nuestra experiencia, y girando hacia el centro de la sala haremos gasshó a modo de saludo respetuoso hacia todos los que nos acompañan. Entrando por la izquierda, nos sentaremos en el zafu frente al muro.
La postura de gasshó también deriva directamente de la tradición india, concretamente del mudra denominado añjali, muy usual en todo oriente a modo de saludo respetuoso. Se realiza con las manos juntas, las puntas de los dedos a la altura de nuestra nariz, los brazos horizontales, e inclinándonos hacia adelante por unos instantes en esa postura.
Dos meditaciones sentadas y una andando
Normalmente, un zazén consta de dos partes. Habitualmente suele durar en total entre una hora u hora y media, según asigne el godo o sea el acuerdo entre los miembros del centro. Al llegar al ecuador de la meditación, se lleva a término una meditación andando o kin hin. La meditación que se efectúa mientras se anda ya se realizaba en tiempos de Buda. Su sentido es el mismo que la meditación sentada, sólo que al andar nos ayudará a desentumecer las piernas y a renovar nuestro estado de concentración.
Una vez de pie, situados alrededor del altar, iniciaremos un caminar lento. De medio paso en medio paso, alternativamente. La columna erguida, la nuca estirada, y los ojos semicerrados, con la mirada puesta a un metro de distancia nuestro. Las manos se sitúan en una postura concreta: la mano izquierda encierra su pulgar en el puño, apoyándose en el pecho, en la zona de plexo solar [donde finaliza el esternón], y la mano derecha envuelve el puño izquierdo por su parte superior. Los brazos están horizontales, relajados.
Hacemos una o dos respiraciones iniciales y cuando estamos preparados, avanzamos medio paso el pie derecho. Cuando avanzamos, espiramos el aire y basculamos levemente el cuerpo sobre la pierna que avanza, apretando el suelo con la base del dedo gordo, ayudando así a desentumecer la pierna. Inspiraremos una o dos veces sobre el sitio, y al espirar, avanzaremos otro medio paso el pie izquierdo mientras expulsamos el aire. Y así haremos, lentamente. No hay que correr. Estamos meditando andando. No hay un objetivo al que llegar. El kin hin suele durar de 5 a 10 minutos. Pasado este tiempo, nos sentaremos de nuevo para la segunda parte de la meditación.
En nuestro hogar, si hemos decidido hacer una meditación larga, conviene hacer también kin hin. Tras la primera meditación y el kin hin experimentaremos por lo general un estado de concentración mayor.
Para la segunda parte de la meditación, todo es igual que en la primera parte. Transcurrido el tiempo convenido, porque todo tiene un comienzo y tiene un fin, esa es otra de las enseñanzas que hay que tener presente en zazén, se dará finalización a la meditación. Haremos gasshó, nos levantaremos cautelosamente de nuestro sitio, recogeremos zafu y zabutón y, tranquilamente saldremos de la sala. Y aquí habrá terminado nuestra meditación.
Con objeto de saborear mejor esos momentos de quietud y calma interior que hemos tenido en zazén, al salir de la sala de meditación mantendremos una actitud tranquila, cambiándonos en silencio o hablando en voz baja. En el dojo cada gesto debe ser consciente, vivido. Y es a través de la regla tradicional vivida como el Zen es creación continua, en el dojo y en nuestra vida cotidiana.
Todo esto que ha sido descrito es lo esencial de la práctica de zazén. Pueden tener lugar otros rituales o detalles, pero ya dependerá de las instrucciones del godo o de la costumbre del dojo en particular. Por ejemplo, la realización de sampai, las tres prosternaciones ante el Buda; el toque del han, e

Zazen y el Hara



El zazen que lleva a la autorrealización no es una ensoñación ociosa ni una inactividad vacía, sino una forma interna e intensa de ir ejercitando control sobre la mente para después utilizarla, como un proyectil silencioso, con el fin de penetrar la barrera de los cinco sentidos y del intelecto discursivo (es decir, el sexto sentido). Exige energía, determinación y valentía. Yasutani-roshi lo llama “una batalla entre fuerzas opuestas del engaño y el bodhi”. Este estado mental ha sido vívidamente descrito en las palabras que se dice fueron pronunciadas por Buda mientras, sentado bajo el árbol Bo, hacía su supremo esfuerzo; palabras que se repiten con frecuencia en el zendo durante sesshin: “Aunque no queden sino mis huesos, tendones y piel, aunque mi sangre y mi carne se sequen, y se marchiten, no me moveré de este sitio hasta no haber alcanzado la iluminación absoluta”.
El deseo de la iluminación, por una parte se nutre de sentir un doloroso lazo interno -una frustración en la vida, un miedo a la muerte o ambos- y por otra parte, de la convicción de que a través del despertar uno alcanzará la liberación. Pero es en el zazen que la fuerza y el vigor del cuerpo-mente se agrandan y movilizan para nacer en ese nuevo mundo de liberación. Las energías que antes se malgastaban en deseos compulsivos y acciones sin sentido, ahora, al sentarse correctamente en zazen se conservan y canalizan hacia una unidad. Y en la medida en que la mente logra una concentración en un solo objeto a través del zazen, consigue dejar de dispersar su fuerza en la proliferación incontrolado de pensamientos ociosos. Todo el sistema nervioso se relaja y calma, se eliminan las tensiones internas, y se refuerza la tonicidad de todos los órganos. Además, se han hecho electrocardiogramas y otros estudios a individuos después de practicar zazen durante uno o dos años, y se ha demostrado que el zazen proporciona una mayor estabilidad del cuerpo-mente a través de una regulación del corazón, el pulso, la respiración y el metabolismo. En pocas palabras, al realinear las energías física, mental y psíquica por medio de una respiración adecuada, la concentración y el zazen, se establece un nuevo equilibrio de cuerpo-mente que tiene su centro de gravedad en el hara. Hara literalmente quiere decir el estómago, el abdomen y las funciones de digestión, absorción y eliminación relacionadas con estas zonas. Pero tiene también un paralelo psíquico y un significado espiritual. Según los sistemas yogi, hindú, budista, existen una serie de centros psíquicos en el cuerpo por medio de los cuales fluye la fuerza vital cósmica o energía. De los dos centros que se encuentran en el hara, uno se asocia con el plexo solar, cuyo sistema nervioso gobierna los procesos digestivos y los órganos de eliminación.
El hara es por tanto para facilitar su experiencia en esta verdad fundamental, el novicio en el Zen recibe instrucciones de enfocar su mente constantemente en lo profundo de su hara (específicamente entre el ombligo y la pelvis) y radiar todas las actividades mentales y corporales desde esa región. Con el equilibrio del cuerpo-mente centrado en el hara, gradualmente se establece ahí un foco de conciencia, un centro de energía vital que influye sobre todo el organismo.
Extracto del Libro Los 3 Pilares del Zen
Autor: Philip Kapleau (Tradición Zen Harada-Yasutani)

"Aprender a morir es una práctica muy profunda".



Habéis oído hablar de Sudatta, este laico que apoyó toda su vida al Buda. Desde que escuchó hablar del Buda, enseguida se enamoró. Sudatta es mercader, hombre de negocios muy rico en la ciudad de Shravasti. Llegó a la capital Najagra para visitar a su cuñado. Habiendo oído hablar del Buda, no pudo dormir esa noche y se despertó muy pronto para visitarle. Cuando encontró al Buda, Sudatta se emocionó mucho. Le pide venir a su país para compartir la práctica y la enseñanza. El Buda acepta y envía su discípulo Shariputra a Sharavasti para preparar el terreno. Sudatta compra muy caro un parque, con muchos árboles, para hacer un monasterio para el Buda, una base de operaciones para el Dharma. Sudatta es el nombre que le fue dado por sus padres, pero se le llama Anathapindika. Es una persona amada por la gente de Shravasti porque utiliza una parte importante de su herencia en socorrer a los pobres, los desheredados, los huérfanos. Las gentes le han dado el nombre de Anathapindika, que significa: el que sostiene a los huérfanos, a los desheredados... Anathapindika fue siempre feliz de servir a las Tres Joyas. Tenía mucho tiempo para escuchar al Buda, para apoyar a los monjes y a las monjas. Una vez, había llevado a quinientos hombres de negocios al monasterio de Jeta para que pudieran escuchar a Shariputra y al Buda. Había encontrado mucho placer en sostener al Buda, al dharma y a la sangha durante toda su vida. Fue feliz al sostener una vez más a las Tres Joyas.Cuando Anathapindika estaba a punto de morir, el Buda le visitó. Fue una treintena de años después de su encuentro. Todo ese tiempo, el Buda había designado a Shariputra, su discípulo principal, para cuidar de Anathapindika y viajar a pie con él, sobre todo cuando fue a localizar el terreno que debía comprar para el Buda. Fueron, pues, amigos muy íntimos. El Buda designó a Shariputra para ayudar a Anathapindika a morir de una manera feliz y apacible.Habiendo sabido que Anathapindika estaba a punto de morir, agonizante, Shariputra pidió a su joven hermano en el Dharma, Ananda, el primo del Buda, acompañarle para hacer la colecta de la limosna y detenerse en la casa de Anathapindika. Viendo a los dos Venerables, Anathapindika decidió abandonar su lecho, pero no pudo hacerlo. Shariputra le dijo: Amigo mío, tenderos, vamos a buscar unas sillas y nos instalaremos cerca de vosotros. Cuando se sentaron, Shariputra hizo esta pregunta: Amigo Anathapindika, ¿cómo sentís vuestro cuerpo?, ¿los dolores físicos disminuyen o aumentan? Cuando se está a punto de morir, en efecto hay dolores en el cuerpo, quizá también dolores en el alma: la angustia, el aislamiento, la confusión. Se necesita a alguien en este momento tan importante de la vida. Es necesario que alguien está con nosotros en este momento difícil. Y Shariputra está ahí, con su joven hermano en el Dharma, Ananda.-Querido amigo, ¿cómo sentís vuestro cuerpo? Los dolores, ¿se apaciguan o aumentan?-Venerable, los dolores de mi cuerpo no parecen apaciguarse. Aumentan siempre. Sufro cada vez más.Entonces, el Venerable Shariputra le dijo que era el momento de practicar la meditación sobre las Tres Joyas. Invitó a Ananda y a Anathapindika a respirar profundamente y a concentrarse en el Buda, el Dharma y la Sangha.Shariputra efectuó una meditación guiada: El Buda ha obtenido la realidad tal y como es. El Buda está completo y verdaderamente despierto. Ha conducido a la perfección la comprensión y la acción. Ha llegado a la verdadera felicidad, comprende la
naturaleza del mundo, de los hombres. Es inigualable en sabiduría. Es un gran hombre. Es el maestro de los hombres y de los dioses. Shariputra dijo estas palabras para ayudar a Anathapindika a ver claramente al Buda, lo que es verdaderamente: un ser humano que posee una gran ternura, una gran compasión, una gran felicidad y que ayuda enormemente a los seres. Enseguida llevó la meditación guiada sobre el Dharma, la enseñanza que transforma, que puede aportar la paz y la transformación en el instante presente, sin esperar semanas, meses, años.Después la llevó sobre la Sangha, la Sangha como sostén, la Sangha como protección. Fue verdaderamente una meditación guiada.Shariputra era una persona extremadamente inteligente, uno de los más inteligentes discípulos del Buda. Conocía perfectamente el estado en el cual se encontraba Anathapindika. Shariputra había reconocido las semillas, las simientes de felicidad en la conciencia de Anathapindika. Sabía muy bien que Anathapindika encontraba mucho placer en servir al Buda, al Dharma y a la Sangha. Para restablecer el equilibrio de Anathapindika, regó las semillas de felicidad que estaban en él, invitándole a concentrarse en las Tres Joyas. Y la práctica fue muy eficaz, pues tras solamente unos minutos, los dolores de Anathapindika se atenuaron mucho, y pudo por fin sonreír.Es una cosa maravillosa, y todos podemos aprender a hacerlo. La persona que está a punto de morir, tiene en ella las semillas del sufrimiento, pero asimismo las semillas de la felicidad. Entonces, vosotros que amáis a esta persona, reconoced las semillas de felicidad y de sufrimiento en ella. Hay que hablarle de esas cosas, tenéis que regar las simientes de felicidad de esta persona que va a partir, incluso si está en coma. Habladle, referidle las cosas que evocan esa felicidad. Es muy importante. Repito: incluso si la persona está en coma, al menos hay que hablarle. Ella escucha, la comunicación es posible. Un joven estudiante de Burdeos, de nacionalidad vietnamita, que supo que su mamá estaba muriendo en el sur de California, fue a su cabecera y practicó en esesentido. Antes de su partida, la hermana Chân Không le había enseñado como hacerlo. La mamá estaba en coma y el hijo le habló largamente de cosas que en su pasado le habían causado placer. Y los médicos constataron los cambios formidables que se habían producido en ella. Nada de gemidos, nada de gritos, ella estaba apacible y despertó tras algunas horas. Fue un milagro, un milagro para él y para ella. Si sabéis como hacer para tocar las semillas de felicidad en una persona, si podéis hablarle, produciréis también vosotros este milagro."
~ Thich Nhat Hanh, maestro zen.

Vigilia


Casi todos andamos como somnolientos, porque estamos distraídos con un montón de signos mentales que aparecen en respuesta a lo que estamos pensando, hablando y haciendo. Creemos que son normales porque así anda todo el mundo.
El enojo, el estrés, la lucha contra los otros, el chisme y la maldad aparecen como cosas lógicas y obvias porque creemos que son realidades inevitables y permanentes. La verdad es que no lo son.
La única manera de observar las perturbaciones mentales y las aflicciones emocionales es frenar la velocidad de los pensamientos y de los sentimientos. Es decir, verlos como objetos de la mente por medio de la mente misma. Se trata de llegar a un momento de concentración mental en la que no evaluamos, ni analizamos, ni amamos, ni odiamos. Se trata de tener al presente como fuente de referencia para que los sentimientos de odio surgidos de eventos pasados no tengan posibilidad de recrearse.
Pero tampoco se trata de dirigir los pensamientos hacia a un futuro. En otras palabras, la idea es cultivar el perdón hacia atrás y la liberación de las ilusiones hacia adelante.
No es necesario suprimir ni sublimar el pensamiento o las emociones; más bien lo que se quiere es algo que ya se tiene: estabilizar en el presente el estado de la mente interactuando con el medio externo. Sólo cuando la mente se conecta con la vida que la rodea puede nacer la bondad hacia lo que vive.
Cosas que creemos que son normales
Jorge Garcia Montaño
Info
Kalama Sadak (Jorge Garcia Montaño) inicia sus estudios de budismo en 1996. Luego de estudiar con maestros de budismo zen, tibetano y otras escuelas durante muchos años, se dedica a escribir textos, dictar conferencias y organiza retiros. En 2016 inicia una nueva fase en su formación y funda “Budismo Libre A.C.”, formalizando después de diez años todas las actividades que se realizan para dar a conocer y practicar el BudhaDharma desde un punto de vista abierto, libre y verdaderamente no sectario
.Para alguien que ha despertado su mente y aspira a practicar la Vía, lo primero y más importante es encontrar un buen maestro y un buen lugar para la práctica. Antiguamente, los monjes practicantes se ponían sus sombreros y sandalias de paja y viajaban por todo el país en busca de un buen maestro y un lugar para practicar. Hoy en día es más fácil encontrar información y decidirse por el maestro y la comunidad adecuadas para cada uno.
Tampoco debes olvidar que practicar la Vía de Buda significa dejar de lado al “yo” y practicar el no-egocentrismo. Dejar de aferrarse al yo y practicar el no-egocentrismo es olvidarse de la regla de medir que siempre llevamos en el cerebro. Por eso tenemos que seguir las enseñanzas del maestro y las reglas del lugar al cual hemos decidido ser leales, sin preferencias individuales o juicios sobre lo que es bueno o malo. Es importante, primero, sentarse silenciosamente en un lugar por lo menos durante diez años.
Si, por otro lado, empiezas a juzgar lo bueno y lo malo de tu maestro o del lugar donde practicas antes de que pasen estos primeros diez años, y empiezas a pensar que igual hay algún otro maestro o lugares mejores y te vas a buscarlos – entonces solo estás haciendo caso a la regla de medir de tu ego, que no tiene nada que ver con la práctica de la Vía de Buda.
Desde el principio tienes que tener claro que tu maestro no es perfecto: un maestro es simplemente un ser humano. Lo que es importante es tu propia práctica, que ha de consistir en seguir a tu maestro imperfecto lo más perfectamente posible. Si sigues a tu maestro de esta forma, entonces esta práctica es la base para seguirte a ti mismo. Por eso Dogen Zenji dice:
"Seguir la Vía de Buda significa seguirte a ti mismo" Genjōkōan (現成公按)
 "Seguir al maestro, seguir los sutras – todo esto significa seguirse a uno mismo. Lo sutras son una expresión de ti mismo. El maestro es TU maestro. Cuando viajas a lo largo y ancho para encontrar maestros, quiere decir que viajas a lo largo y ancho para encontrarte a ti mismo. Cuando arrancas cien malas hierbas, estás arrancándote a ti mismo cien veces. Cuando trepas diez mil árboles, te estás trepando a ti mismo diez mil veces. Entiende que cuando practicas de esta forma, te estás practicando a ti mismo. Practicando y entendiendo esto, dejarás de aferrarte a ti mismo y podrás conocerte por primera vez"
(Gizo-zanmai)
A menudo se dice que para practicar Zen es importante encontrar un maestro – pero en primer lugar ¿quién decide quien es un buen maestro? ¿No tomas esa decisión con la regla de medir de tus pensamientos (es decir: tu ego)? Mientras busques al maestro fuera de tu propia práctica, sólo agrandarás tu propio ego. El maestro no existe fuera de ti mismo: tu práctica de zazen, donde el yo llega a ser el yo, es el maestro. Esto decir, zazen sin realmente aferrarte a tus pensamientos.
¿Quiere esto decir que puedes practicar zazen tú solo sin ningún maestro? No, en realidad no.
El mismo Dogen Zenji dice en el Gizo-zanmai, a continuación de la cita anterior:
"Cuando aprendes que puedes conocerte a ti mismo y despertarte a ti mismo por tus propios medios, puede que llegues a la conclusión de que deberías practicar solo, hacer todo tu mismo, sin tener un maestro que te señale el camino. Es un gran error. Pensar que puedes liberarte a ti mismo sin maestro es una herejía que se remonta a la escuela de filosofía naturalista de la India.
Cuando practicas tú solo, sin un maestro, terminarás haciendo cualquier cosa que se te ocurra. Pero eso no tiene nada que ver con la práctica del budismo. Después de todo y en primer lugar, es absolutamente necesario encontrar un buen maestro y seguirle. Afortunadamente, todavía hay maestros en Japón que transmiten el Buddha-Dharma correctamente a través de la práctica de zazen. Sigue a ese maestro sin quejarte y siéntate durante al menos diez años. Después de estos diez años, siéntate otros diez años. Y después de estos 20 años, siéntate de nuevo durante diez años más – Si te sientas así durante treinta años, llegarás a un buen lugar desde donde contemplar el paisaje de zazen – y por tanto también, el paisaje de tu propia vida. Desde luego, esto no quiere decir que en ese punto termina tu práctica – la práctica siempre dura toda la vida."


viernes, 28 de marzo de 2025

La Palabra Obtenida

"Todo debe ser cuestionado, incluyendo las palabras de los Budas, las palabras de los maestros. Lo que no significa duda, desconfianza. "

A menudo los maestros espirituales dicen: "Esta es la verdad. "Pero incluso la verdad más alta, para que llegue a ser mía, para que sea mi carne, tiene que ser aplastada, comida, digerida, evacuada y tragada de nuevo: es un proceso interminable. El momento en que este proceso se detiene y crees que has entendido y sentado en tu verdad, rápidamente huele horrible.

Cuando miras el bosque que nos rodea, hay robles, vigas, cedros... nadie retiene la verdad y multitud de variedades engendra grandeza.

Así como en la naturaleza, los colores, los sonidos nunca se cancelan, cada uno tiene su lugar. También tenemos que encontrar este lugar, nuestro lugar.

También está ese hermoso verso de prueba: "Enseñar no es el relleno de un jarrón, es la iluminación de un fuego. Bodaishin, el espíritu del despertar. Enseñar no es llenar todas esas cabezas redondas, es encender el espíritu de despertar, aprender a pensar por ti mismo. De esta manera todos pueden encontrar su dignidad.

"La Palabra Obtenida"
Rafael Doko Triet

A través de la página de Algeciras Zen Dojo 

Cómo podría liberarse?

La razón por la que no nos sentimos liberados es porque nos apegamos a estas nociones de mí, yo y lo mío. Hemos tomado nuestro pensamiento y sentimiento (los objetos de la experiencia) como quienes somos, si llenamos un vaso. Con agua turbia y luego dejamos el vaso y dejamos que el limo se asiente, el agua se vuelve clara de forma natural. La naturaleza del agua es originalmente clara. Sólo parece estar temporalmente enturbiada por el limo que contiene. La claridad siempre ha estado presente. Esto se llama despertar intrínseco, o lo que yo llamo despertar natural. Por lo general, la comprensión de esta verdad ocurre de repente. El agua sostiene las partículas de limo sin resistir su presencia ni cambiar su verdadera naturaleza. y lo mismo ocurre con el corazón-mente, si no tuviera la libertad como naturaleza intrínseca, ¿cómo podría liberarse?
 
       -Guo Gu

Lo más importante....

..... que puedes hacer es aprender a mantener muy firmemente en tu mente una gran pregunta: “¿Qué soy?”. Si mantienes esta pregunta con gran determinación, lo único que aparece es “no sé”. No hay pensamiento. Ya no hay más habla ni palabras, porque todo pensamiento se corta por completo. El nombre para eso es “no sé”. Otro nombre para eso es verdadero yo o verdadera naturaleza. A veces se le llama iluminación, satori y kensho. Pero originalmente, este punto no tiene nombre ni forma. Si lo alcanzas, alcanzarás el budismo Hinayana, alcanzarás el budismo Mahayana y alcanzarás el Zen. Alcanzarás que el Hinayana, el Mahayana y el Zen son todos el mismo punto. “¿Qué soy?”. El nombre de ese punto es “no sé”. 
Por lo tanto, espero que leas estas palabras, pero no te apegues a ellas, entonces solo ve directo al no sé, intenta, intenta, intenta durante diez mil años sin parar, alcanza la iluminación y salva a todos los seres del sufrimiento. 
      
          -Seung Sahn

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Sobre la paz


Tal vez la paz no sea, después de todo, algo por lo que se trabaje o “luche”. De hecho, es la lucha por la paz lo que da origen a todas las guerras... La paz es algo que se tiene o no se tiene. Si tú mismo estás en paz, al menos hay algo de paz en el mundo. Entonces comparte tu paz con todos, y todos estarán en paz. - Thomas Merton